domingo, 14 de abril de 2013

Nuevos nudos. Despedidas y encuentros.


"Por amor... yo me pregunto si vale la pena amar?"
Pablus Gallinacio - Hay un niño en la calle (Canción de Protesta)


Hoy tengo ganas de seguir intentando.
Cuando tenía cuatro me rodeaban los papeles lleno de los colores de mis lápices. Y sin saber también dibujaba el camino. Sin juzgar solo jugaba y nos divertíamos.
Quise cuidarte, contenerte, retenerte y jamás lo logré. La vida es lo suficientemente libre para saber decidir hasta cuando duran los sueños.
Así de despedida en despedida también se dibujan los caminos. Puedo relatar toda mi historia a través de las despedidas...
No se porqué todo eso que anhelé fue quedando en burbujas esperando ser explotadas para que vuelvan a mi... Yo pienso que las puse ahí para que no sufran el final de la despedida.
Siempre hice eso... y de ahí un miedo que siempre sentí: Todo lo que alcanza el mejor momento se esfuma.
De a poco fui trabajando para que no suceda más eso. Y aunque la muerte es inevitable tengo que intentar no evitar la vida. Y eso me da un buen margen de acción. Es cuestión de ocuparse más que de preocuparse.
A los cuatro amaba como a mis dibujos y no juzgaba... a los nueve tuve que juzgar para seguir amando. Fue un remedio para que más adelante, para no juzgar, eligiera amar. Y finalmente amé para poder olvidar y disfrutar el recuerdo.
Ahí empezó el diálogo político-filosófico... yo ahí en ese punto no lo sabía. Solo sucedía.
Dios me ayudaba. La música, ese deseo que me brotaba de pequeño empezó a dar camino justo a los nueve.
A los once ya tenía los suficientes papeles rayados y los pentagramas necesarios para elegir perdonar y ayudar ayudándome. Así que con Dios, los lápices y las notas, los bemoles y sostenidos empecé a entender un mundo político filosófico. También veía como mucha gente sentía el dolor de las pérdidas.
Loco mundo que busca la felicidad desde las propias faltas... se hace necesario para no enloquecer... acercarse a la locura de las propias faltas y comenzar a buscar.
Me acuerdo muy bien, viajé por aquel tiempo a Luján. Recuerdo tener la guitarra, algunas canciones folclóricas en un pequeño cancionero... y unos viejos en el parque junto al río ayudándome a entonar. Mis épocas en el coro, lamentablemente habían terminado pero me ayudaba a conocer otras personas que cantaban con alegría. Pero el punto es que visité la Basílica. Un cura me dió un papel. Decía: "Para vos que querés seguir a Cristo"... jaja Ayer leí la contestación que con 11 años epistolarmente le envié. Para resumir no quería ser cura. Nunca quise serlo. Pero si tenía muchas ganas de ayudar. Me sorprendió leer nuevamente esa carta que me quedó una copia. Y decía que uno puede ayudar sin ser cura. (Decía algunas cosas más que quizá en otra ocasión transcriba... jaja).
Así pase los años escuchando, aconsejando, imaginando el mundo. Emocionándome de las pequeñas cosas. Ahí aparecen los libros, el cine independiente, el humor absurdo. Decidí escribirle al Papa. De hecho envié una carta al Vaticano. Y me respondió. Cada vez veía más como el mundo se entrelazaba entre lo político (las faltas y los recursos verosímiles), lo social, lo interno (las propias faltas), lo religioso (las faltas metafísicas)...
Viví el milagro que el arte hacía en los demás. Un tango que hacía cantar a un mudo. Las palabras y los dibujos ayudaban a soportar la adolescencia.
Así crecía y se extinguía... y seguía buscando. Ya no juntaba gente para cantar, ni para dibujar, ni para leer la biblia. Empecé a juntar gente para tratar de pensar el mundo. Escribí muchas cartas adolescentes. Pocas me quedaron. Pero algunas con el tiempo regresaron a mi de alguna manera.
Hoy no se porqué tuve necesidad de oír una radio comunitaria... la sintonicé y no pude. A la tarde recibo el mensaje de un cura muy amigo, un sacerdote que me acompañó en uno de los momentos más difíciles de mi camino... estaba de regreso. Llega en el momento más crítico de mi fe. Y a la noche tengo que buscar un micrófono que tengo guardado, porque me lo pidieron.
Quiero contar sobre la radio. Ahí comenzó un universo nuevo en mi. Tendría 14 o 15 años. Veía un mundo que necesitaba curitas. Empecé a hacer un segmento en radio. El programa se llamaba como un tema de Baglietto. Canción que es parte fundamental de mi vida. Es la canción que llevo en mi maleta. Ahí conocí el mundo de las humanidades. Conocí quienes eran las Madres de Plaza de Mayo, conocí canciones que contaban la historia de un pueblo lleno de faltas que buscaban, conocí que había chicos que tenían hambre, conocí que el teatro hablaba de historias que no todos contaban.
A los nueve me regalaron mi primer cassette de León Gieco, porque me encantaba escucharlo en la casa de un amigo... y a los 14 empecé a entender que todo eso era parte de mi.
Allí, me había alejado del dibujo, de las canciones, de la religión y volvió a mí, relaciones que creía perdidas, intentar amar a una mujer, vivir la libertad de la amistad y comprender el mundo desde otro punto de vista. De allí, de ese trabajo de grupo empecé a soñar el tener una fundación o alguna institución que me permitiera cumplir el sueño de ayudar.
La radio cerró, los amigos se fueron, muchos amores fueron errados, mi familia dispersada. Casi empiezo a estudiar ingeniería en sistemas. Mi hermano enfermo, luego la enfermedad de mi viejo, fallece mi abuela... Y fue un año crítico. 
Allí apareció mi gran amor Mariam, la carrera universitaria de mi vida... Psicología.
Pasan unos años y la facultad se aleja y nace mi hijo. Con él mi camino se llena de dudas. Se alejan algunos amigos más. Mi vida maravillosa y llena de esfuerzos para subsistir y brindar lo mejor a la institución que estaba formando... la familia.
Hoy, tengo la suficiente voz para criticar a la iglesia devastada y  las psicologías gastadas. Tengo la suficiente paciencia para transitar la búsqueda de mis faltas. Y a mi, así, casi como magia, regresó el arte, la pintura, la música, los amigos, el amor, los ladrillitos de mi asociación que permita un cambio social, la familia, la sonrisa de mi hijo.
De pronto nos juntamos y todo eso convive. Hoy ya no le tengo temor al adiós. Quiero disfrutar seguir creciendo.
Creo que vale la pena amar. Caminar la paz es amar. Me animo a ver cuantos nudos de historias se seguirán entrelazando. Por ahí... sólo son nuditos (Nudos de la narración) en la vida y no se pierden... siguen allí para luego volver a encontrarlos y hacerlo parte de un nuevo nudo. Quizá sea así, solo nudos, sin principios ni final.

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